Encontramos aceites en forma de etiléster y en forma de triglicérido. Los primeros debemos evitarlos, pues son un alcohol, no se asimilan y en altas dosis pueden ser tóxicos.
Dentro de los triglicéridos, es importante saber si el aceite es químico o enzimático. Los primeros no preservan la molécula del DHA y tienen unos residuos llamados polímeros que se acumulan y no eliminamos.
Si el aceite es enzimático, conseguimos un aceite natural, limpio de residuos y metales pesados, que preserva los dobles enlaces de la molécula de DHA, imprescindibles para la conexión entre neurotransmisores y receptores. No en vano, más del 25% de la masa grasa del cerebro es DHA.
Y otro punto importante es que el aceite no haya sido sometido a altas temperaturas, como es el caso de la destilación molecular, pues, como en cualquier aceite, lo degradamos.
¿Tenemos que compensar el omega-3 con el omega-6 y el omega-9?
En Occidente tenemos un exceso de omega-6, una de las causas del aumento de las enfermedades inflamatorias. En España y otros países del sur de Europa, ingerimos suficiente omega-9 a través del aceite de oliva. Por lo tanto, sólo tenemos déficit de omega-3, debido a que comemos poco pescado crudo.
Además, los ácidos grasos esenciales compiten entre ellos. Por lo tanto, lo ideal es tomar un aceite con la máxima concentración posible de la molécula que nos interesa: en este caso sería el DHA, del que tenemos una carencia que ha ido pasando de madres a hijos.
En la placenta existe un transportador específico para el DHA, ya que es básico para el desarrollo neuronal del feto. Pero si los depósitos de la madre son bajos, el aporte no será el adecuado y el riesgo de enfermedades peroxisómicas será mayor.
Otro aporte es la leche materna: no en vano, la OMS recomienda una lactancia materna de unos 24 meses.
¿Cuál es la mejor fuente de DHA?
La fuente más utilizada es el aceite de pescado, que se obtiene a partir de los desechos del pescado azul. También puede obtenerse a través de algas, pero la concentración de DHA es muy baja y tiene un coste muy elevado. Otra fuente teórica sería el ácido alfa linolénico, que es precursor de DHA. Pero los humanos no realizamos la conversión del primero al segundo, con lo que la ingesta de frutos secos, especialmente nueces, no resulta ser un aporte de DHA.
En resumen, cuando compremos un bote de omega-3 deberemos elegir un aceite rico en DHA (un 80%), en forma de triglicérido, enzimático y que no haya sido sometido a altas temperaturas. Todos los productos de la familia Oligen cumplen con esta característica.